¡Hay que abordar el mercado de los VE de segunda mano!

Debido a la legislación gubernamental que ejerce presión sobre los motores de combustión interna diésel, los motores de combustión en general y la introducción de zonas de emisiones ultrabajas, el coche eléctrico está empezando a convertirse en la propuesta convincente a los ojos de mucha gente.

La cobertura mediática de las últimas ofertas eléctricas sin duda entusiasma al público en general y eleva el perfil de la tentadora tecnología que se ofrece, sin embargo, se está pasando por alto un gran aspecto del mercado automovilístico, el del comprador de segunda mano.

Hace más de cien años que la gente compra coches de segunda mano, la mayoría de combustión interna. Son una cantidad conocida, e incluso si cogías un vehículo viejo y cascarrabias, había muchas posibilidades de que, con el combustible correcto y el aceite y el refrigerante rellenados, tuvieras una posibilidad razonable de predecir lo lejos que podrías llegar. Puede que incluso compraras un vehículo sabiendo que tendrías que cambiar el motor.

Por desgracia, esta certeza no existe en el mercado de los VE de segunda mano. Sencillamente, no hay suficientes datos colectivos para predecir la duración de la batería. Los kilómetros recorridos solían ser un indicador fiable del desgaste general del vehículo, pero esto no se traslada a los vehículos de batería. En pocas palabras, aunque el vehículo haya hecho pocos kilómetros, es muy probable que la batería se haya degradado con los años, y no tienes ni idea de cuánto durará tu nueva inversión. Incluso a los híbridos de vieja generación les suele ir mejor: un Prius sin batería puede recurrir a su motor de combustión interna de 1,5 litros para un transporte fiable, aunque lento.

Entonces, ¿cómo resolvemos este problema?

Hay dos vías potenciales, la de la educación y la de la paz mental.

Si se obligara a los fabricantes a publicar todas las cifras reales relativas a la autonomía real en distintos entornos, las curvas de degradación de las baterías y las cifras de coste de sustitución, los consumidores podrían tomar una decisión informada sobre si un vehículo concreto de una configuración y una antigüedad determinadas satisfaría sus necesidades. Un jubilado que necesite un vehículo para desplazarse por la ciudad puede estar contento con un vehículo que un vendedor de autopistas no vería con buenos ojos.

¿Qué pasa con las personas que no tienen tiempo para investigar minuciosamente los distintos modelos de VE y sopesarlos en función de sus casos de uso? La respuesta es el seguro. Si se hacen bien, los seguros de baterías posventa pueden ser el mayor incentivo necesario para que mucha gente opte por la electricidad. Eliminar la incertidumbre permitiría a los clientes amortizar su inversión durante un tiempo con un desembolso predecible.

Naturalmente, esos proveedores de seguros estarían muy interesados en obtener esas cifras del mundo real para basar sus estadísticas y calcular las primas. Por tanto, a todos nos interesa que los datos transparentes de rendimiento se normalicen y estén disponibles.

Pase lo que pase, está claro que los VE están aquí para quedarse y, con el tiempo, estas cuestiones se resolverán por sí solas a medida que las fuerzas del mercado ejerzan su influencia.

En mi próximo artículo examinaremos la naturaleza de la reparabilidad y el derecho a reparar los vehículos eléctricos y si los fabricantes de vehículos deben poder dictar a los usuarios finales lo que pueden y no pueden hacer con su propiedad.

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